
Una pirámide legalizada
En Colombia, hablar de pensiones es casi siempre una conversación incómoda.
Muchos trabajadores jóvenes sienten que están cotizando mes a mes a un sistema que probablemente no les devolverá nada.
¿Paranoia? ¿Ignorancia? No. Es simplemente mirar los números y hacer una pregunta básica: ¿de dónde saldrá el dinero para pagar sus pensiones, si cada vez hay menos aportantes?
El régimen de prima media, administrado por Colpensiones, se basa en una promesa simple: los trabajadores actuales aportan para que los jubilados de hoy reciban su pensión, y cuando ellos se retiren, otros harán lo mismo por ellos. Es un sistema solidario, dicen. Pero también es un sistema que funciona solo mientras siga habiendo más personas aportando que recibiendo. ¿Y qué pasa cuando esa relación se invierte? Ahí es donde comienza el problema.
Colombia, como muchos otros países, está envejeciendo. Hay menos nacimientos, más desempleo juvenil, y una informalidad laboral que se traga millones de potenciales cotizantes. ¿El resultado? Una base cada vez más delgada para sostener una cima cada vez más pesada. Una pirámide que, si no se reforma, terminará por colapsar.
Lo más inquietante es que, mientras las verdaderas pirámides financieras son perseguidas y castigadas por la ley, el régimen de prima media tiene estructura piramidal… pero con el respaldo del Estado. Legal, sí. ¿Pero moralmente sostenible?
El gobierno insiste en que “garantiza el pago de las pensiones”. Pero, ¿cómo lo hará si no hay ingresos suficientes? La respuesta es clara: con impuestos. O sea, con el bolsillo de todos, incluso de quienes jamás verán un peso de pensión. ¿No se parece eso a un sistema que se alimenta del dinero de otros para pagar a unos pocos? ¿No es, en esencia, una pirámide?
Y lo más grave: es un sistema en el que tú aportas durante décadas, pero no hay una cuenta a tu nombre, no hay garantía de devolución, no hay propiedad sobre lo que aportaste. Confías en que el futuro funcione… y punto. Como en una cadena.
Esto no es una defensa de los fondos privados, que también tienen sus sombras. Pero sí es un llamado a la honestidad: el régimen de prima media no es invencible, ni eterno, ni infalible. Y seguir repitiendo el discurso de “solidaridad intergeneracional” sin revisar sus fundamentos es, en el mejor de los casos, ingenuo. En el peor, es una estafa institucional disfrazada de justicia social.
Si queremos un sistema de pensiones digno, justo y sostenible, tenemos que dejar de tratar como sagrada una estructura que, en su fondo, se parece demasiado a aquellas pirámides que tanto criticamos.
¡Una pirámide legalizada!
No habrá como pagar pensiones, si cada vez hay menos aportantes.